TIERRA QUE SANA

 TIERRA QUE SANA🌱


Cuando una planta es arrancada de raíz, la tierra queda herida.
Quedan las huellas de lo que fue unidad,
quedan los surcos que ocupaban los pies enmarañados de su compañera.
La tierra queda desgarrada, queda con la herida abierta expuesta al aire y al sol.
La tierra, negra, abundante y próspera,
soporta en su entraña la punzante picazón de la lastimadura cicatrizándose.
La siente con cada nuevo rayo de sol.
La siente con cada nuevo soplido de aire.
La siente cuando se intenta plantar algo nuevo en ella y no se puede.
La siente cuando se la remueve para oxigenar.
La tierra sangra por esa herida donde hubo planta, donde supo ser una con su flor, donde sus propiedades nutrían las raíces, donde las raíces le devolvían calor.
La tierra no abandona la herida, sabe que debe ocuparse de ella hasta sanar.
Sabe que su potencia será multiplicada cuando vuelva a zurcir los tajos en su vientre y en su corazón. Cuando remiende con agua, amor y sol, los flecos que quedaron vacíos de planta, vacíos de esa flor.
Las estaciones van supurando la amargura, van sacando afuera toda bacteria que haya quedado perdida en la telaraña de cicatrices.
La espesura va limpiándose, la oscuridad se vuelve a iluminar y el sol pega despacito en una tierra apenas curada.
El agua gotea sobre la nueva piel negra y le cuenta secretos de la lluvia.
La tierra aúna sus partes, vuelve a sanar, cierra el dolor, acaricia su esqueleto.
La tierra ya no tiene surcos que extrañen plantas, ya no tiene heridas que reclamen ser llenadas con raíz.
La tierra es unidad en sí misma, la tierra tiene el poder de la sanación.
La tierra ha sabido curarse con paciencia y amor.
Ha entendido que solo limpiando desde lo más profundo, puede renacer.

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