Zapallo y puchero.


Estaban por comer. Ella estaba sentada en su silla, y llegaba al borde de la mesa si levantaba la cabeza, sino le quedaba a la altura de la nariz. No le habían comprado sillita alta. Nunca le compraron una, ni pensaban hacerlo. A veces se arrodillaba para llegar cómoda al plato, pero enseguida la retaban y tenía que sentarse bien. Le sirvieron sopa. Como todas las noches. Esta vez fue de zapallo. Le gustaba la sopa de zapallo. Le empezó a gustar, le tenía que gustar. La de zapallo era su favorita. Entonces estaba contenta. Agarró la cuchara, se la sirvió llenita, intento que no se volcara nada, hizo malabares hasta llegar a la boca, y tomó. Tomó otra, y después otra. Casi el plato enterito. Le dio sed. Trató de alcanzar el vaso de agua, no llegaba. Se estiró todo lo que más pudo. Lo tocó con los deditos, lo empujó, y se le volcó. El vaso cayó sobre el control remoto, apagó el televisor y mojó toda la mesa. El padre furioso, histérico, y con cara fea de enojado, se paró sacudiéndose la ropa y gritando malas palabras. Mirá lo que hiciste! Me mojaste todoo!! Vos sos tontita nena!? Porque no te fijas como agarras las cosas!? Ella no decía nada. Le daba miedo. Empezó a llorar despacito, porque sino él se iba a enojar más. Ahora te vas a tu cama sin mirar tele, ni nada. Pero yo quiero postrecito. Te vas a tu cama! Y le pego una cachetada. Lloró tanto tanto. El camino hasta la cama se le hacía interminable. Lloró tanto tanto. El padre seguía gritando, pero enseguida prendió el televisor y se calmó. Y ella seguía llorando. Llegó a la cama, se acostó y abrazó su osito de peluche.  
Y agarrándose la carita, secándose las lágrimas se durmió…
Haciendo pucheritos…


wannas
23/08/07

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